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En uno de los artículos anteriores hablamos de contaminación de los espacios interiores y de que, a diferencia de los lugares comunes, los ambientes cerrados pueden estar incluso más contaminados que los espacios al aire libre. Esto ha sido confirmado, por ejemplo, por un estudio llevado a cabo por el Royal College of Pediatrics and Child Health y el Royal College of Physicians, que ha evidenciado que los primeros pueden estar más contaminados entre 5 y 13 veces más respecto de los segundos.

No obstante, ¿existe una correlación entre el aire que respiramos entre las paredes domésticas y en el trabajo y el que entra en nuestros pulmones mientras paseamos por la calle? Según una reciente investigación realizada por el Instituto de Física Atmosférica de la Academia Física de Ciencias parecería que sí. Durante un mes completo se ha llevado a cabo un control, tanto dentro de una oficina como en los alrededores próximos exteriores, sobre la concentración de PM2.5 presente en el aire. Durante el análisis se han abierto y cerrado las ventanas varias veces, a fin de comprender mejor el mecanismo del intercambio de aire interior/exterior. ¿Cuál fue el resultado? La mayoría de las partículas de aerosol hallada en el interior procedían justamente del exterior.

Así pues, con este estudio queda desacreditado el mito según el cual abrir periódicamente las ventanas sea beneficioso, independientemente del tipo de ambiente y de las condiciones externas del aire. En el caso de que la calidad se caracterizase por su carencia, este tipo de operación únicamente intensificaría la exposición de las personas al PM2.5 y a otras partículas perjudiciales, que notoriamente tienen una concentración en los espacios exteriores mucho más alta.

Ventilación natural frente a ventilación mecánica controlada

Como hemos podido ver previamente, la ventilación mecánica controlada es una tecnología de instalación que asegura la renovación del aire en los ambientes interiores y, al mismo tiempo, permite la recuperación de la energía térmica contenida en el mismo. Se trata de una solución que presenta grandes ventajas y que no tiene nada que ver con la ventilación natural que se obtiene abriendo las ventanas.

Esta última opción, por ejemplo, no ofrece la posibilidad de filtrar el aire entrante, puede generar sensaciones de malestar debidas al importante salto térmico entre el ambiente interior y el ambiente exterior, además de ser absolutamente ineficiente desde el punto de vista energético.

En cambio, las unidades de ventilación mecánica controlada evitan exponer a las personas a partículas peligrosas para su salud, a través de unos oportunos sistemas de desinfección, y reducen el despilfarro de energía gracias a la posibilidad de recuperar el calor presente en el aire. 

Por tanto, vamos a estudiar dos de los componentes que, más que otros, representan la ventilación mecánica y que la convierten en una solución realmente a la vanguardia: los sistemas de desinfección y el recuperador de calor

Ventilación mecánica controlada y sistemas de desinfección

El sistema de desinfección principal y común está representado por el filtro electrostático. En todas las unidades de ventilación mecánica controlada de Clivet, este tipo de filtros es capaz de capturar partículas de 0.01 μm a 100 μm y garantiza una eficiencia de filtración EPM1 del 90% de acuerdo con los estándares ISO EN 16890. ¿Cómo funcionan estos filtros? En una primera fase, las partículas son cargadas positivamente por electrodos que generan una diferencia de potencial de 10.000 V en el flujo de aire, e inmediatamente después aon capturadas en una sección de captación fácilmente lavable. Desde hace poco, en el mercado también está disponible la tecnología de purificación electrónica iFD, que ofrece una filtración avanzada capaz de eliminar contaminantes, bacterias y alérgenos con una eficiencia incluso superior. 

Los filtros electrostáticos son configurables como opción en las unidades ELFOFresh EVO, ELFOFresh2, ELFOFresh Large, ZEPHIR3 (disponibles de serie con tecnología iFD), AQX y CLA

Entre los restantes sistemas de desinfección presentes dentro de las unidades de ventilación mecánica controlada cabe señalar también las lámparas UV-C con efecto germicida, que purifican el aire eliminando bacterias, mohos y virus utilizando las radiaciones ultravioletas. Asimismo, disponemos de la tecnología que se inspira en la oxidación catalítica y que imita el proceso natural de la fotocatálisis. Concretamente, estos dispositivos combinan una lámpara UV con una estructura catalizadora de aleación metálica con matriz tipo «nido de abeja» de bióxido de titanio. La combinación de estos dos elementos, el radical hidroxilo y el peróxido de hidrógeno, favorecen la descomposición de varios agentes patógenos.

El recuperador de calor: ¿activo o pasivo?

Si es bien cierto que la ventilación mecánica controlada asegura indudables ventajas por lo que se refiere a la mejora de la calidad del aire que incide positivamente en la salud de las personas, esta tecnología es muy eficiente también en el plano del ahorro energético. Gracias a un componente presente dentro de las máquinas y denominado recuperador de calor (o también intercambiador), la energía térmica del aire usado que es aspirado y expulsado hacia el exterior no se pierde, sino que contribuye para garantizar la temperatura exacta en el aire limpio y filtrado procedente del ambiente exterior.

Este tipo de recuperación del calor se define pasivo o estático y, difícilmente, logra garantizar la calefacción y el enfriamiento del aire en las estaciones intermedias, cuando no hace ni mucho calor ni poco frío. En cambio, se habla de recuperación activa o termodinámica cuando se asocia al clásico intercambiador pasivo a un circuito frigorífico con bomba de calor, que se activa en caso de necesidad asegurando una segunda recuperación (esto es, calefacción o enfriamiento del aire ndr), gracias a lo cual el sistema es aún más eficiente. 

¿Un ejemplo? La unidad VMC ELFOFresh EVO de Clivet aprovecha esta tecnología para introducir aire más caliente respecto de la temperatura exterior del ambiente durante la fase de calefacción y aire más frío para el enfriamiento, logrando satisfacer hasta un 85% de la demanda térmica del edificio y alcanzando incluso el 100% en las estaciones intermedias.